jueves, 4 de agosto de 2011

Pequeñas manías.

Noto cómo se acercan aquellos días de otoño en los que no me gusta que el despertador suene y me despierte del sueño mas perfecto con un chico precioso al que no conozco.
Suelo notar como me duelen los huesos,y apago el despertador,tras echar un gemido al aire,aunque sé que nadie me hará caso.
Intento volver a cerrar los ojos y dormir de nuevo como en las películas,pero no lo tengo,y me levanto de la cama.

Cuando ya me he vestido y he bajado a la calle,todo sigue igual:El día sombrío,aquel vecino que va hacia su trabajo a las ocho de la mañana,el que pasea el perro,la nube gris que amenaza,húmeda,y mi cara de día de perros.Entro a clase y les saludo a todos,que sonríen y lo hacen también.
Me pregunto el motivo de esa sonrisa.Será que ellos no piensan en el tipo de cosas que acostumbran a rondar por mi cabeza día tras día,y que nadie sabe apaciguar.
Por eso cuando intento contarlo lo ignoran,o repiten: "eres joven" Una y otra vez,como si eso tuviera que ver.Como si no las viera con mis propios ojos,de mi edad o menos,besar,tocar,sentir,querer,disfrutar,probar.
Y entonces me encojo de hombros y digo que me dejen en paz,para poder pensar en nada.
Procuro resolver el ejercicio que me han mandado,en silencio,deseando que me caigan las lágrimas y poder excusarme al lavabo durante todo el maldito día,pero no.Ni siquiera caen,solo sé que están ahí.
Pienso que quizá escribiendo descargue mi rabia,y empiezo una historia.
En la que los días de invierno son de todo menos tediosos,en las que el calor perdura,en las que lo efímero  tiene el valor que se merece,en las que un beso tierno abriga más que una bufanda.
Me doy cuenta de que la imperfección de mis historias,el dolor que sienten,es lo que las hace perfectas,porque reflejan la realidad.Y sonrío sin ningún motivo,ya que es lo único que me queda,sonreír,e ignorar que todos me ignoran,y nadie me ve.

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