domingo, 23 de octubre de 2011

Había comenzado a tirar sus sueños por la ventana.Los besos de príncipes, los vestidos pomposos, los paseos a la luz de la luna.Los metió todos en una maleta, bien doblados, y la dejó sobre la mesa, junto a la taza de té.Fuera llovía.Llovía tanto que parecía que toda aquella agua podría arrancar todo el dolor.Pero eso no ocurriría.Esta vez no.Tenía que ser la definitiva.Ni besos fortuítos, ni sorpresas inesperadas, ni retrasos, ni intentos de convencerla.Esta vez, él no volvería, y si iba a hacerlo, ella no se quedaría a saberlo, no de nuevo.Volaría como un pájaro y viviría como si todos los días fueran verano, por mucho frío que pasase.

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