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Dieciséis primaveras exactas aquella noche, y todavía sus labios eran cobardes y finos.Dieciséis primaveras en un día de invierno frío como un témpano.Se limpió varias lágrimas mientras él decía de nuevo que la fiesta en el yate era todo un lujo.Pronto se vio arropada por sus palabras y por su chaqueta verde y su olor a perfume caro.


-¿Estás bien?
Dijo después, y ella sonrió vagamente arreglándose la manga de su nueva blusa, entre lágrimas aún.


La vista al mar desde cubierta era preciosa.Las luces de otros barcos titilaban en la oscuridad, y las estrellas brillaban desde el firmamento.
Un beso habría sido perfecto.Era con lo que llevaba mucho tiempo soñando.Pero su beso tenía que tener sentido, un significado, un sentimiento mútuo, algo especial, un cosquilleo en su estómago, algo fruto de un amor singular. Por eso cuando la boca que más deseaba en este mundo se acercó a la suya, le abrazó fuerte.Le abrazó fuerte, y algo en los esquemas de él se rompieron.Ahora tenía muchas más ganas de besarla.


Por esa misma razón pasaron la noche mirándose a los ojos, leyéndose el firmamento en las pupilas, mientras el resto de la gente se divertía dentro.