Basta. Suficientes lágrimas en una sola tarde. El teléfono no para de sonar y en algún rincón de la la habitación, bajo la ropa y los zapatos, grita pidiendo socorro. Ella observa en silencio como el tiempo transcurre sin prisa pero dejándola atrás. Eso por abrir el baúl de los recuerdos buscando algo que por supuesto encontró. Del baúl saltaron directos a sus ojos los flashbacks de su antigua historia convertida en imágenes con poco sentido ya.
Ella volvía a llorar cuando él quizá ya estaba lejos, de camino a su triunfo, o de camino a otra cama, o de camino a su felicidad. Un camino en el que no se volvían a unir formando uno, un camino en el que ella ni siquiera tenía un papel secundario en la obra de su vida. O quién sabe, también puede ser ese chico que sonríe igual que él y lleva diez minutos lanzando chinas hacia el cristal de la ventana de su cuarto.
Ella volvía a llorar cuando él quizá ya estaba lejos, de camino a su triunfo, o de camino a otra cama, o de camino a su felicidad. Un camino en el que no se volvían a unir formando uno, un camino en el que ella ni siquiera tenía un papel secundario en la obra de su vida. O quién sabe, también puede ser ese chico que sonríe igual que él y lleva diez minutos lanzando chinas hacia el cristal de la ventana de su cuarto.
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