Él apenas dejaba de sonreír. Incluso cuando las cosas iban peor que mal, sonreía con los ojos brillantes como estrellas. Nunca dejaba que le vieran llorar. Es más, nunca lo hacía. Daba media vuelta pero no abandonaba la situación. Sus ojos color mar inundaban a otros, mientras él se ahogaba en más de un vaso de agua. Con sus palabras era capaz de sanar heridas y llagas, pero nadie podía ver cómo se desgarraba por dentro. Dolor, se repetía en su pecho. Alcohol, saboreaba en su boca. Un vaso detrás de otro. Y ninguno sabía mejor que aquella última vez. La última vez que supo de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por comentar