Caminó lentamente hasta que divisó el lugar que había estado visitando desde hacía ya tres semanas largas de clases,casa,estudios,y sin salir con sus amigas.
Se dejó caer al lado del árbol de las manzanas apetecibles,y abrió el libro,como cada tarde.Cada capítulo hacía que el anterior fuera menos interesante.Aquella vez,bajo el árbol,y el olor a verde,comenzó a leer,en silencio.
Sus piernas,sin protección,cruzadas,con gesto infantil,cubiertas hasta las rodillas,por la falda de color rojo.
Podía leer durante horas allí,de nos ser por el poco provecho de la luz del sol,si llegaba allí a las seis y pico.
Pero,aunque así fuera,saboreaba con gusto cada palabra,cada coma,con el color de los rayos del sol acariciando cada página,el sonido de sus dedos al pasarlas,y su pelo negro,haciéndolo brillar.
Por eso,cuando llegaron las siete y media,y el sol se retiró a descansar por enésima vez como cada día,recogió su libro,lo metió en su bolso,y volvió por el camino por el que había venido,con una sonrisa en sus labios,jóvenes,dulce,de color rosado.
Leer libros le solía hacer ilusión.Cada fragmento,cada palabra especial que el autor ponía con empeño para que al lector le llegara al corazón era suficiente para que pudiera sonreír durante una tarde entera.Y le duraba casi unos segundos más que cuando el chico que le gustaba entraba por la puerta.Quizás,eso compensaba.
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