Arrepentirme de los errores que cometía no servían de nada.Noche y día con botellas de alcohol entre mis manos, más noches que días, y lo que parecía una diversión efímera que tan solo duraba hasta que la resaca venía por detrás, con su dulce dolor en el cerebro durante horas, hasta que volvía a beber.
Parecía que las horas, se despedazaban en segundos que se me escurrían entre los dedos con facilidad, tanta que no podría recuperarlos nunca.Y por ese mismo motivo me perdí entre fiestas descontroladas y ruido persistente, y después de mucho tiempo, me quedé dormida en la profunda y suave consistencia de mi cama, mullida, caliente, un refugio de él.
Parecía que las horas, se despedazaban en segundos que se me escurrían entre los dedos con facilidad, tanta que no podría recuperarlos nunca.Y por ese mismo motivo me perdí entre fiestas descontroladas y ruido persistente, y después de mucho tiempo, me quedé dormida en la profunda y suave consistencia de mi cama, mullida, caliente, un refugio de él.
Vuelve, por favor.
Vuelve, le decía, pero él no me escuchaba.Estaba demasiado ocupado intentando olvidarme, cogiendo un típex con forma de chica preciosa para borrar cada uno de nuestros momentos, mis palabras, y las suyas, nuestras palabras, que se cayeron del viento y ahora quedan destrozadas, perdidas en cualquier lugar, muertas.Vuelve, por favor.
Acabaron por no tener sentido aquellas palabras, acabaron por quedar vacías.Y con aquel vacío que quedó, llegaron las lágrimas.Ligeras, saladas, húmedas, y una detrás de otra, como las filas de hormigas que nunca se desvían del camino.
Intentando olvidar, pero fracasando en el intento.
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