domingo, 26 de febrero de 2012

Out of your business.


Mi vida en un suspiro.
Entro decidida, aunque momentos después pierdo la calma.
Aquella enfermera de allá habla por teléfono con tranquilidad, una mujer lee una revista, varios ancianos simplemente chasquean la lengua sin entusiasmo. Cruso las piernas como una supermodelo y hago una respiración profunda. Tanto, que parece que mis pulmones vayan a decirme basta.
Otra enfermera mucho más joven  y atractiva se acerca a mujer: Sonríe con soltura y hace gestos con las manos, parece que le explica algo.
Entre tanto, mis manos comienzan a temblar.
Descruzo las piernas.
Oigo mi nombre.
Y a partir de ese momento, me guío por los movimientos mecánicos de mi cuerpo:

Me pongo en pie. Hago el amago de sonreír tras decir un “yo” demasiado agudo y tímido para mi gusto. Asiento cuando una tercera enfermera me dice que le siga, y le sigo.
Con sumo cuidado, me pongo en mechón tras la oreja. Así le gustaba a mi madre cuando era igual de pequeña como me siento ahora.
Cuando la enfermera llama a la puerta del doctor, después de recorrer el pasillo, me estremezco. De un momentos a otro creo ver el cartel de “exit” y pienso en echarme a correr. Pero no serviría de nada. Huir no sirve de nada.
Vuelvo a respirar hondo y la enfermera me abandona frente a la puerta. El despacho de mi doctor es precioso. Está repleto de las fotografías de sus dos hijos, de su mujer, de más de veinte mujeres distintas. Tiene diplomas, más fotos, y montones de libros acumulados en más de tres armarios, quién sabe si tendrán un orden concreto.
Sonríe, me saluda, y me pide que me siente con amabilidad. Me siento.
El ambiente es cándido y confortable a la vez que tibio y tenso. No sé cuanto tiempo puedo aguantarlo, pero sonrío.
Durante décimas de segundo deseo ser otra persona, mas después me doy cuenta de que no sería yo.
Contesto que estoy bien, perfectamente. A pesar de todo, dice que conservo mi belleza y carisma naturales. Me río durante un rato. Es entonces cuando él habla. Lo hace durante poco tiempo, y solo veo el movimiento de sus labios. El sonido se ha parado y la gráfica de mi interés se convierte en un dibujo descendiente. Justo hasta el momento decisivo.
-Señora, usted:
Intento respirar antes de ser presa de la ansiedad. Por mi mente discurren tantas cosas que hice desde que era una niña, mis sueños adolescentes, mi boda.
El tiempo vuelve a pararse, quién sabe si a mi favor. Así que suelto un suspiro y ruego que vuelva a correr el cronómetro de mi vida.
-Usted está curada.
Tres palabras, siete sílabas, quince letras que resuenan en mi cabeza .Me acuerdo de mis niños, que ya no son tan niños. De sus sonrisas suaves y de todas las heridas que les besé. Me acuerdo de mi marido al que tanto adoro. Su amor incondicional y su apoyo en todo momento se trate de la situación que se trate. Recuerdo a mi madre, gran persona a la que debo todo.
Seguidamente recuerdo el dolor mientras aguanto las lágrimas. La valentía, la vergüenza, el sacrificio. Y así, sin apenas haberme dado cuenta, se acaba el cáncer de mama.

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