Ya estoy acostumbrada a jugar con alfileres. Si me hieres, si me dueles, no es por que seas tú, es por quien soy yo. Siempre fui la débil, la influenciable, la indecisa. Siempre elegiste por mí, siempre guiaste mis pasos, por pequeños que fueran, y yo siempre los seguía, por egocéntrico que sonara, pensaba que tú girabas a mi alrededor como una satélite. Pero el astro descarriado era yo, y me perdí por culpa de las constelaciones de tu espalda, que no llevaban a ninguna parte, que se salían de órbita, que me convertían en ceniza después de terminar de abrasarme con tus promesas, tus besos, esa forma de susurrar, de convencer a las personas con una simple sonrisa cómplice y una caricia a flor de piel.
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