Palpa la almohada, la suave y fina tela de las sábanas, después el colchón. Está cansada. En el piso de abajo, seguramente su madre espera para echarle la bronca, que si, 'a qué horas llegaste ayer', 'No vuelves a salir', y bla bla bla. No tiene ganas de oírlo, es demasiado repetitivo. En cambio a su padre le daba lo mismo. El la invitaba a chupitos si hacía falta, le daba el dinero de la discoteca, lo que fuera con tal de que saliera de la casa por las noches. Como si a mamá le importara o no con cuántas se metía en la cama.
En la yema de sus dedos se producen pequeñas descargas eléctricas. Recordando a su padre, le ha recordado a él. A él, a él, a él, a él, a él. Un mareo. Cuando se lo encontró en medio de la pista, se limitó a asentir a su seductora sonrisa. 'Se ha acabado entre nosotros'.Eso dijo antes de cortar con ella. Y ahora sonreía como aquella primera vez después de tantos meses. 'No te dejes convencer', se dijo. Pero fue imposible. La tentación sí era más fuerte que su fuerza de voluntad, y que cualquier otra cosa. No sabía qué pensar, ni qué decir, mientras se despojaba de su ropa y de cualquier sentimiento que pudiera distraerla. Él no decía nada. Nada, y era raro, siempre decía algo. Entonces se dio cuenta de que solo era una alucinación. Quizá por las drogas consumidas, o por su gran imaginación. Nadie se parece a él en la pista, nadie.Fue a la barra y pidió una vez. Y otra vez. El sabor entre dulzón y ácido del vodka hace que le pese la lengua. Pero está radiante igualmente, y pide otra.
Y ahora, en la soledad de su habitación, solo acaricia las sábanas tragándose las lágrimas.
En la yema de sus dedos se producen pequeñas descargas eléctricas. Recordando a su padre, le ha recordado a él. A él, a él, a él, a él, a él. Un mareo. Cuando se lo encontró en medio de la pista, se limitó a asentir a su seductora sonrisa. 'Se ha acabado entre nosotros'.Eso dijo antes de cortar con ella. Y ahora sonreía como aquella primera vez después de tantos meses. 'No te dejes convencer', se dijo. Pero fue imposible. La tentación sí era más fuerte que su fuerza de voluntad, y que cualquier otra cosa. No sabía qué pensar, ni qué decir, mientras se despojaba de su ropa y de cualquier sentimiento que pudiera distraerla. Él no decía nada. Nada, y era raro, siempre decía algo. Entonces se dio cuenta de que solo era una alucinación. Quizá por las drogas consumidas, o por su gran imaginación. Nadie se parece a él en la pista, nadie.Fue a la barra y pidió una vez. Y otra vez. El sabor entre dulzón y ácido del vodka hace que le pese la lengua. Pero está radiante igualmente, y pide otra.
Y ahora, en la soledad de su habitación, solo acaricia las sábanas tragándose las lágrimas.
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