viernes, 7 de diciembre de 2012

Mil otoños(3)

Las notas de piano encajaban perfectamente con los acordes de sus oídos. Por las mañanas después de desayunar y solo después, corría al espejo y se hacía una coleta alta. Aunque le faltaran algunos mechones daba igual. Cogía su bata y salía corriendo a la parte de atrás de la casa mientras se la ponía, solo para ver el amanecer en invierno. Lento, sin prisa. El cielo pasaba de un azul pálido a un rosa palo con amarillo y rojo poco a poco. Desayunaba en el jardín cuando había dormido mal, y volvía después a la cama para despertarse minutos después.
Respiraba hondo, cerraba los ojos, y volvía al mundo. Se quitaba la ropa y el agua caliente la capturaba a veces horas en el cuarto de baño. Nadie solía echarla de menos, los fines de semana la casa siempre estaba vacía.
 A través de la ventana del baño árboles altos pintados de nieve, y el cielo grisáceo de todos los inviernos. Aguantaba la respiración todo lo que podía bajo el agua, y después volvía a la superficie sin hacer el menos ruido. Acabé entendiendo porqué le gustaba tanto aquel pequeño baño azul y ornamentado. No tenía espejos, tan solo olía madera y a recién pintado y además, entraba frío, muchísimo frío.

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