viernes, 7 de diciembre de 2012

Mil otoños(2)

El amor es imperfecto. Tiene errores aquí y alla, algún que otro tajo o desgarre, está mal cosido y además duele. Ella no sabría decir con exactitud cuantas veces se había enamorado. Se quedaba prendada de olores como el de las nubes a punto de descargar su tormenta y el de la lluvia sobre el asfalto helado;De el crujir de las hojas naranjas y secas del otoño a su paso;De muchísimos libros, y,(cómo no), de canciones. Si tuviera que elegir un adjetivo, sería enamoradiza, pero no tengo porqué hacerlo, ella se efine por sí sola con sus actos. Recuerdo aquella vez que en el momento adecuado(y no perfecto) escuchó una canción que le llegó al alma. Durante una semana no dejó de tararearla. Aún después de tanto tiempo puedo verla allí, mirando cosas que el resto no podíamos ver, más allá de la ventana de la cocina donde quedábamos a veces para hacer los deberes de dibujo técnico, trigonometría y física y química. Empezaba la canción y perdía el habla. Disimuladame le mirábamos a los ojos, pero no veíamos nada. Sus pupilas desaparecían entre sus ojos completamente negros, y dejaba de escribir. Susurraba la canción al ritmo con su melodiosa voz, pero sin dejar que disfrutáramos realmente de ella. Siempre pensé que era especial. No se lo dije, nadie se lo dijo, hasta que llegó el. Por aquella época todavía quedaban primaveras para que apareciera, pero a mí me daba igual. Habría detenido el tiempo solo para ver sus ojos de nuevo, sus momentos, su mirada y su mente nítida y clara, sus sonrisas y silencios. Pero no era así. Cuando volvía en sí continuaba como si nada hubiera ocurrido y también yo, pues, decir alguna cosa habría roto la embriaguez contagiosa del momento.

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