miércoles, 10 de abril de 2013

Shy

No suele hablar mucho. Ni sonreír mucho. Apenas come, o bebe. Se muerde las uñas desesperadamente, aún llevándolas pintadas. Hace tiempo que le observa. Los tibios rayos de sol le broncean mientras corre tras el balón. Los chicos están jugando a fútbol, las chicas están tomando el sol. Ha apartado su libro un segundo más para poder volverle a mirar, pero no está en el campo. Cuando hace el amago de buscarle, alguien le toca el hombro. Su sonrisa cristalina hace que pierda el habla. Se saca el dedo de la boca y esconde la mano cogiendo el libro con la derecha también. Ha dicho su nombre, le ha sonreído, le da sus cosas para que se las cuide, y se va.


Muchas veces no sabemos que los pequeños momentos son los más especiales, porque a pesar de ser eso, pequeños, suelen ser los que levantan más sentimientos.

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